Exactamente 5 minutos después de dejar la autopista que te lleva de Auckland hacia la ruta 1, fue que sentimos la sirena…En un principio lejana, pero aumentaba su intensidad rápidamente. Alguien adentro del auto dijo: “es la primer persecución que vamos a ver en Nueva Zelanda, que bien! Estén atentos a cuando nos pasen a ver si el perseguido tiene cara de sudaca!”. Cuando la moto del oficial de policía siguió sonando exactamente atrás nuestro por varios metros sin pasarnos, nos dimos cuenta que era nuestro auto el que el oficial quería que se detenga.
Paramos en la banquina. Se bajo de una poderosa BMW un especie de robocop del futuro con un casco que parecía los que usan los pilotos de la fórmula uno, con micrófono interno y toda la cosa. Resulto ser bastante simpático, en contradicción con su apariencia y nos dijo algo que ya sabíamos: “muchachos, creo que este auto va con mucho peso”. Resulta ser que alguien en la autopista advirtió que el auto se tambaleaba mucho debido al peso de los 5 ocupantes y sus respectivas valijas y mochilas; y llamo a la policía.
Después de pedirnos los datos y papeles (obvio todo en orden), el tipo nos hizo cambiar de conductor y nos dijo que nos iba a seguir unos metros a ver si el nuevo conductor podía mantener el auto mas derecho. Toda la responsabilidad del futuro de nuestro viaje quedo en manos de Nachito; que manejo, con gotas de sudor en su rostro, el tiempo que nos siguió el zorro, como si el auto fuese un hilo y la ruta la aguja a enhebrar.
Nos siguió durante unos 15 minutos y luego acelerando nos pasó haciendo un gesto internacionalmente comprehendido: un pulgar hacia arriba.
Durante las cuatro horas siguientes nos sentimos “la comunidad del anillo”, atravesando hermosísimos paisajes montañosos, bosques, túneles, y viendo de vez en cuando el mar a nuestra derecha en algunas pausas que daba la frondosa, irregular y heterogéneas vegetación.
Finalmente vimos un amistoso cartel de madera tallado a mano: “Welcome to KeriKeri”. KeriKeri es un pueblo que a pesar de su reducido tamaño, tiene una intensa actividad turística durante el verano y una igualmente intensa actividad agropecuaria (cosecha de kiwis, mandarinas y manzanas) durante el otoño. Es por esto que cuenta con dos supermercados, varios restaurants y cafes (incluyendo mc donalds las 24hs) y otros negocios varios. Es sumamente pulcro, ordenado, rodeado de colinas, bosquecillos, plantaciones y arroyos que lo atraviesan por doquier y van a parar a un rio mayor que 15 kilómetros mas al este desemboca en el océano Pacifico. El clima es sumamente tropical: muy húmedo, hace calor durante el día y refresca a la noche, pasa de muy soleado a lluvioso rápidamente en cualquier momento del día.
Objetivo uno: buscar alojamiento. Nuestra primera parada fue en un pequeño puesto de información, que a la vez era taller mecánico, cafetería y museo de autos antiguos. El dueño nos dio un mapa del pueblo indicándonos donde quedaban los lugares que nos podían interesar, que claro está, eran los más baratos. Los lugares que vimos, todos hostels, nos resultaron agradables. Todos ellos ubicados en las afueras del pueblo, en el medio de la naturaleza, y con mucha gente joven. A pesar de estas cualidades no dejaban de ser hostels, en los que tenes que compartir baño, cocina y habitación con gente que no conoces. Y en el más barato nos cobraban la semana $120 por persona. Al ser 5, la suma ascendía a un total de $600 por semana. Cantidad suficiente como para alquilar una buena casa.
Ya empezaba a oscurecer y aun no teníamos donde pasar la noche cuando aleatoriamente nos detuvimos a preguntarle a un hippie/rasta que pasaba caminado que nos indique la forma de volver al pueblo, porque nos habíamos perdido y de paso si sabía de algún lugar donde pudiésemos hospedarnos. Nos habló de un lugar al que hacía muchos años el no iba, pero sabía que hospedaban gente; y sin nada que perder, fuimos a ver de qué se trataba.
“Pagoda Lodge” resulto ser una construcción muy antigua de carácter oriental (desconozco si chino, japonés, etc) que actualmente remodelado es una especie de santuario-budista-resort. Está ubicado en las afueras del pueblo, es un lugar hermosísimo, construido sobre los lindes del rio Kerikeri, rodeado de una muy variada vegetación, cuenta además con varias fuentes y estatuas de buda, además de otros objetos/estatuas de carácter oriental que desconozco nombre y función. La construcción original todavía se mantiene, pero dividida en habitaciones que se alquilan por separado. El encargado de mantener y sacarle jugo a este lugar es un tal Steven, un hombre de unos 36 años, pelado, de apariencia relajada, rostro bondadoso y una extraña espiritualidad. Steven, es budista y vive con su esposa en una casa más moderna ubicada dentro del mismo complejo.
Muy amablemente Steven nos explicó que el lugar era seguramente “más caro que lo que nosotros debíamos estar buscando”. Nos recomendó volver a los hostels y nos despidió.
Ya estábamos con el auto en marcha sentimos que alguien nos golpeaba la ventanilla. Era Steven. Quería mostrarnos una de las opciones que ofrecía como alojamiento, que resulto ser la plata de abajo del edificio principal, muy antiguo, que contaba con dos habitaciones, baño, cocina y living propios. Equipada a full con todo (sabanas, toallas, cubiertos, etc), lista para ser habitada.
“Miren chicos, yo esto en verano lo alquilo a 120 dólares por día, para dos personas y 30 dólares mas por cada persona extra. Como ahora estamos en temporada baja y no hay mucha gente, el mejor precio que les puedo hacer es $500 toda la semana, por los 5”.
Las miradas cómplices entre nosotros 5 bastaron. No fue necesaria discusión alguna. Era de noche, estaba oscuro, el precio era excelente, el lugar hermoso y nos daba la tranquilidad de una semana para buscar una casa. No había nadie más hospedándose en el complejo, así que prácticamente era todo para nosotros. Por lo tanto, aceptamos de muy buen agrado, pagamos por adelantado y descargamos todas las valijas del gremlin.
Mientras nos mostraba la casa y nos daba algunas indicaciones menores, encontramos en el baño una polilla que revoloteaba por doquier. Steven, que era quien encabezaba el grupo, abrió la mano, con la palma hacia atrás, en clara señal de que nos detuviéramos. Dio unos pasos, lentamente acerco ambas manos hacia la polilla y gentilmente la capturó. Salió del baño, camino hacia la puerta de la casa (aun abierta), se agacho y la deposito en el suelo. Se incorporó, volvió a la casa y explico: “como budista no puedo matar a ningún animal”. Cuando se fue tuvimos la extraña sensación de que Steven no caminaba, sino que se deslizaba a unos pocos centímetros del piso y de que una extraña aura luminosa lo cubría…
Al día siguiente fuimos al supermercado a hacer una compra general. En la entrada al supermercado, hay un tablero enorme donde la gente pega clasificados. Fue, ahí donde encontramos la casa ideal. Tras llamar a varios avisos, finalmente acordamos ver una casa con una señora. La casa queda casi en el centro del pueblo, es muy grande, dos baños, tres habitaciones, living grande, cocina y jardín. ¿el precio? $350 por semana. Firmamos los papeles, hicimos el depósito y ya tenemos casa para cuando se nos termine la semana en Pagoda Lodge.
Objetivo dos: Buscar trabajo. Sabíamos que hay mucho trabajo en la cosecha por que el clima nefasto de las últimas dos semanas (lluvia sin parar día y noche) hizo que se retrasara el proceso de despojar la planta de su fruto, ya que el kiwi solo puede ser cosechado cuando está seco. Primero dejamos curriculums en todos los cafés, restaurants y negocio posibles. Pero en todos nos decían lo mismo: “ya terminó la temporada, no creo que necesitemos gente”. Fuimos entonces a las tres empresas principales que se dedican a cosechar los campos de la gente de la zona. En todas nos dijeron que necesitaban gente, que nos iban a llamar. La primera en hacerlo fue “Orangewood”. Y el miércoles 3 de Mayo alrededor de las 10:30 am coseche mi primer kiwi.
El trabajo no es tan duro como parece. Trabajamos a la sombra de la parra todo el día. No hace ni frio ni calor. No transpiramos. De manga corta y short estamos frescos y cómodos. Si es bastante monótono y repetitivo, pero no requiere ningún tipo de esfuerzo mental. Lo bueno es que se labura en equipos de 10 o 12 y son todos pibes jóvenes, de todas partes del mundo, viajando igual que nosotros. Nos dejan charlar mientras juntamos, así que se puede aprender un poco de otras culturas charlando. El ambiente de laburo es relajado, no nos cagan a pedos y nos dan dos recreos de 15 minutos y uno de madia hora para comer algo tirado en el pasto, a la sombra de algún árbol.
El dato anecdótico: al día siguiente de dejar Auckland, un tornado arrasó gran parte de la ciudad, dejando un saldo de 3 muertos y varios heridos. Mientras en KeriKeri salía el sol y se mantuvo constante por siete días. Siete días soleados que los pasamos debajo de la parra de kiwis, haciendo plata, para recuperar lo gastado en las pasadas dos semanas.
Capochaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!! se nota que la estas pasando joya!!!! abraso!!!
ResponderEliminarmariannnnnnnnnn!! que lindo todooooo!! que ganas de estar en ese paisaje taaan paradisiacoo! disfrutalo muchooo y cuando vuelvas aqui estara tu familia 239 esperandolte con mates y medias lunas!! te quieroooo!!!!!
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